Hace algunos años participé en un proceso de selección para una empresa de consumo masivo muy reconocida, estaba bastante emocionada porque había llegado a la fase final del proceso y era una gran oportunidad para reconectarme con el mercado laboral, después de haber estado un año fuera del país. La plaza a la cual estaba aplicando era de Jefe de eCommerce, realmente era una oportunidad única, en un momento donde el eCommerce estaba empezando a surgir y esto significaba un gran aprendizaje para mi perfil profesional.
Después de realizar diferentes pruebas psicotécnicas y entrevistas con varias personas de la organización, un viernes cualquiera me notificaron que al siguiente lunes tendría la entrevista final con el Gerente Comercial, quien sería quien tomaría la decisión final. Así que el fin de semana me dediqué a repasar todo lo que había aprendido de eCommerce en mi Master, saqué libros, notas, guías, casos de uso y todo aquello que me hiciera sentir una verdadera Jefe de eCommerce.
Llegó el anhelado lunes y decidí salir temprano de mi casa hacia el lugar de la entrevista, llegué demasiado temprano, llegué incluso antes que mi contrincante quien era la primera persona en ser entrevistada. No me sentí nerviosa al verla, porque recuerdo que ella al igual que yo no tenía ninguna experiencia directa con el tema de eCommerce. Ella a diferencia mía llegó tranquila y relajada, se presentó a la recepción y al poco tiempo ingresó a la oficina del Gerente. La entrevista no fue ni larga ni corta, pero recuerdo que el Gerente y ella salieron muy animosos de la sala, así que pensé que lo mismo podría pasar conmigo o que hasta me podría ir mejor, ya que me había preparado para esto, ¿no?
Al entrar por la puerta de esa gran oficina, donde estaba el Gerente y una psicóloga, el ambiente cordial y animoso cambió rápidamente, empecé a sentirme atacada y fuera de base, nada de aquella situación la pude preveer o anticipar cuidadosamente, así que pronto salí de las respuestas políticamente correctas a responder con la misma tenacidad como aquel Gerente realizaba las preguntas. Jamás había estado en una situación parecida y solo ansiaba que la entrevista concluyera. Sobra decir que ni el Gerente ni aquella psicóloga me acompañaron a la salida, como lo habían hecho anteriormente con la otra candidata. Traté de salir sin mi cara de perturbada y atravesar el pasillo con dignidad. No cabe duda de que cuando crucé la puerta de salida algunas lágrimas bajaron por mis mejillas, hasta que nuevamente llegué a mi casa y por supuesto jamás volví a saber de aquella empresa y el proceso de selección.
A simple vista pareciera que esta entrevista fue una excepción a la regla, no obstante, este tipo de situaciones son más comunes de lo que parecen, puesto que en la actualidad muchos entrevistadores utilizan métodos agresivos para conocer nuestras reacciones en situaciones de presión o simplemente no están bien entrenados y realizan preguntas que pueden parecer a primera vista bastante discriminatorias, sobre todo aquellas relacionadas con el lugar nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
Vivir estas situaciones es algo que no podemos evitar, siempre nos podemos llevar sorpresas cada vez que presentamos una entrevista, pero una cosa debemos tener clara y es que aunque la situación apremie por falta de trabajo y el cúmulo de las deudas, es importante entender que una entrevista puede ser la ventana más amplia para conocer el lugar en el cual vamos a trabajar y por nuestra salud y paz mental debemos enfocarnos en aquellas empresas que cuenten con una cultura y filosofía de trabajo alineada a nuestros valores. Sin embargo, es importante aprender a enfrentar este tipo de situaciones con la mejor de las habilidades y esto requiere entrenamiento y dedicación.
Todos hemos escuchado en algún momento por parte algún familiar, amigo o conocido, algunos consejos básicos de como responder a las preguntas comunes, tales como cuál es tu mayor defecto o virtud, o en donde te proyectas en 5 o 10 años. Pero a medida que avanza la competencia la complejidad de las preguntas y la sutileza se vuelven cada vez más difíciles de manejar. Por ejemplo, si en algún momento tu interlocutor de forma amistosa hace el comentario ¿Viste la intervención anoche de aquel político? ¿Qué problema en el que está metiendo al país? Lo mejor que puedes hacer es no mostrar tu verdadera opinión, puesto que esto puede jugar a favor en contra, lo mejor que podemos hacer es batear con inteligencia aquella bola de fuego y hacer un comentario como, precisamente en las noches estoy realizando un curso de actualización de x tema y hasta hoy en la mañana he escuchado un poco de la entrevista, pero no tengo aún los suficientes argumentos para emitir mis comentarios. Es así como podemos descifrar que no existen preguntas imprudentes sino respuestas no asertivas, por tal razón lo mejor que te podemos recomendar en Recurso Humano Externo, es prepararte y practicar desde todos los ángulos tus respuestas, de tal manera que sean las idóneas para cada situación y tipo de entrevistador. Así como los grandes deportistas deben entrenar un sin número de horas para ganar una medalla, de la misma manera nos debemos preparar para triunfar en el mundo laboral.
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